Una postura, como miembro de CVX, ante el compromiso socio-político.

Por: IdS.
CVX Hermosillo (México).

Introducción

       Con el presente ensayo se pretende acercar, a los factores que envuelven la postura y participación socio-política de un miembro cevequiano en América Latina.

       ¿Acaso el cristiano es ajeno a dicha participación por ser una cuestión mundana? ¿Su accionar se limita al templo, sin cuestionar o criticar el rumbo de la sociedad? ¿Nuestro aporte en política se define por la elección partidista y no por nuestra profesión de fe?

       Antes de empezar a dilucidar estas y otras interrogantes, es menester señalar a qué se atiende cuando utilizamos a Dios y a la política dentro de una misma frase; ya que parecería en sí una contradicción o una incoherencia, esto sin mencionar como algunos candidatos han hecho uso de ellas para fines electorales[1].

Dios

       El situarse ante el Inabarcable e intentar comprenderlo de forma racional, resulta una tarea inacabada para todo ser humano, debido a nuestra limitada capacidad que imposibilita su comprensión. Él está más allá, Él es el que «trasciende»; es querer alcanzar «el indecible misterio de esa realidad última y definitiva» señalada José María Castillo en su libro «Dios y nuestra felicidad» (2005).

       Por esto y antes que nada, Dios es experiencia, es decir, su presencia (objeto) es captada naturalmente por nosotros (sujeto) y representada a partir de experiencias pasadas que nos permiten interpretarlo y significarlo. No es pues, una imagen ni una proyección interna sino una presencia real, puesto que Él ya estaba antes de ser experimentado; y este reconocimiento implica un uso de nuestra inteligencia, capacidad perceptiva y atención. Como criterio de identificación utilizaremos la Escritura, que nos certificará su presencia y forma de proceder (Cf. Libanio sj. J.B.).

Política

       Política se entenderá como la búsqueda del bien común, ya que a) pertenece a la misma naturaleza humana, y su práctica forma parte del aspecto social del ser humano; b) su fundamento y sentido es el llamado –vocación- a la comunión interpersonal y social, es decir, está en relación con los otros; y c) es un instrumento indispensable para la construcción de una sociedad justa donde sea posible la realización de las personas (Cf. CVX España, p. 19). Ello nos aleja del prejuicio de que hacer política es sólo una militancia-adherencia partidista o una colaboración dentro la estructura gubernamental; como quién cree que ser creyente es ser buena gente nada más.


Contemplando

«Porque no podemos pasar de largo ante su clamor -de los pobres- y seguir llamándonos cristianos»
Víctor Codina.


        Como cristiano, el contemplar en nuestra oración-diálogo con Dios, las realidades sociales y políticas de nuestro entorno y del mundo; representan un continuo llamado, en el aquí y en el ahora, a la construcción del Reino de Dios.  

       Los ruidos de violencia e inseguridad, los altos índices de pobreza y marginalidad, los abusos y violaciones hacia migrantes y presos, la discriminación cultural, religiosa y de género, etc., no sólo provocan interpelaciones a nuestras posturas y creencias, también crean tensiones, tanto dialécticas como espirituales; tensiones entre un querer huir, una escapatoria a tanto sufrimiento; un impaciente esperar a que llegue una solución externa o divina que arranque de raíz todo el mal, o un vehemente qué-hacer, sobrevalorando lo pragmático sobre lo reflexivo, y terminando siendo un fin en sí mismo, es decir, un hacer por hacer.
 
       El comprometernos con Jesús o refrendar nuestro compromiso, dentro del ámbito socio-político, puede diluirse lentamente entre estas tensiones y sutiles posturas de críticas o de apatía e indiferencia colectiva. Esto es fruto, tal vez, de un hartazgo partidista, causado por promesas electorales incumplidas, por la corrupción e impunidad histórica, o simplemente por vivir en un país donde siempre «es lo mismo» y donde «no pasa nada»

       Realidades abrumadoras y abaratadoras de nuestra fe-confianza, llegan a nublar el accionar – o el existir- de Dios dentro de estos sistemas. Pues creemos que su presencia no se ve y no se palpa; y en el mejor de los casos, se limita a espacios tipo burbuja, lejanos y ajenos, preocupados únicamente por una ortodoxia, como pueden ser algunos centros de asistencia, patronatos, asociaciones civiles e incluso grupos religiosos.
 
 
La experiencia política, Dios en la historia humana.
 
       La participación del cristiano en los procesos socio-políticos es un derecho y un deber, que en muchas ocasiones resulta polémico y otras veces poco entendido. El intentar ver a Dios dentro de estas realidades, genera más preguntas que respuestas, ¿Dónde está? ¿Por qué permite tal o cuál situación? ¿Por qué si está con los pobres, ayuda a los ricos?
 
       La historia de los sistemas de poder y corrupción en el mundo, particularmente en América Latina, parece re-validar nuestros prejuicios y miedos. Clarificar nuestra imagen de Dios resulta determinante en nuestra intervención social, no es un quién sino un cómo actúa.
 
      Una primera imagen que nos ayuda a reconocer su proceder es la ofrecida por los libros del Éxodo y Levítico; ellos nos muestran un Dios de justicia y derecho, un Dios interesado por todos sus hijos, en especial por los marginados. El establecimiento del año sabático y jubilar, nos habla de una igualdad social de tipo económico y laboral. Es decir, un Dios actuante en la comunidad «que nos recuerda que lo creado ha sido hecho para todos y nadie tiene derecho a expropiarse de los bienes de este mundo en forma definitiva y exclusiva» (Vitoria, 2013, p. 67). Su lógica es estar en medio de los hombres.

       Y es en Jesús, donde ésta imagen se purifica, pues es Dios irrumpiendo en la historia y volviéndose ella, donde su lucha por la dignidad y los derechos de los excluidos, su amor y fidelidad a la misión, su apertura y amistad, vuelven creíble el amor del Padre hacia todos sus hijos.

        A partir de él, ninguna realidad humana, creada o histórica podrá ser entendida sin referencia a Dios y Dios no podrá ser entendido sin referencia a la historia humana (Cf. Libanio sj, J.B.). Estableciendo una condición indispensable, la cual es el encuentro con el «otro» pobre, en especial en circunstancias de violencia, exclusión y muerte (Cf. Lucas 10, 22-37).
 
        Así Dios nos alienta a hacer política, a construir un orden social que favorezcan a toda una comunidad teniendo como centro al hombre; uno donde la justicia prevalezca como medida, en especial con los más débiles. Y para ello requiere de nuestra colaboración como un elemento necesario -no obligatorio- de su proyecto amoroso. 

       Él respeta nuestras decisiones sean cual sean, pero sí de colaborar se trata, resulta «imprescindible aprender cada uno a discernir su tipo de vocación política, según sus circunstancias personales y sociológicas» (Caravias sj, J.L.). Pues no forma parte de su itinerario el que seamos simples espectadores y acumuladores, viendo «desde lejos» la larga fila de empobrecidos, que muchos de ellos son víctimas de nuestros egoísmos y de nuestra confianza en el dinero. 
 

La espiritualidad ignaciana, un caer en cuenta.
 
       Ser miembro de CVX, presupone vivir una espiritualidad al modo de San Ignacio de Loyola, seguir un camino para discernir y conocer los designios de Dios en el momento actual, tanto en lo individual como en lo comunitario; para ser conscientes de nuestra co-responsabilidad en la construcción de su Reino, un hacernos cargo de nuestra realidad decía Ignacio Ellacuría. Herramientas que aclaran nuestra experiencia de Dios y que requieren de nuestra permanente atención[2], porque la espiritualidad no se viven de manera automática o costumbrista.
 
       La llamada a ser «contemplativos en la acción» es atender a nuestro entorno tomando posición por los más débiles ante los problemas concretos[3], no apelando a una neutralidad sin conflictos, esa que no nos comprometa nuestros intereses o comodidades (Caravias sj, J.L.). Un abrirnos al «otro», a la gracia de Dios, con ánimo de re-conocerlo y acompañarlo en sus dificultades y circunstancias. Recordando que Él es la representación –sacramento- de Dios vivo (Cf. Mateo 25, 40).
 
       Jesús, principio y fin de nuestros discernimientos, nos pide ser astutos y sencillos (Cf. Mateo 10,16); usando nuestra inteligencia para discernir las presencias o ausencias del Reino en los sistemas socio-políticos. Con un espíritu crítico y esperanzador, analizar y denunciar factores, elementos y mecanismos que generan una «cultura de muerte y exclusión».
 
       Por esto, el compromiso como miembro CVX, es una toma de consciencia a vivir por «la bandera» de Jesús, dando testimonio creíble de que «otro mundo es posible». Esta utopía fascinante no es seguir un sueño desencarnado o ilusorio, sino implica la exigencia de construirse desde nuestra realidad concreta –cuanto puedo y creo-, separada de cualquier pose demostrativa (Cf. Martínez, p. 18).
 
       Evidente que todo andar conlleva riegos y críticas, desde perdernos en la cotidianidad; a detenernos en comparar nuestros medios como esenciales; y hasta saciarnos en un mar de retiros, cursos y apostolados, enarbolados en banderas de demostración. Y aunque el egoísmo aparece como un factor constante de nuestra movilización y motivación, es Jesús quien alienta a seguir y a construir, confiando en nosotros, a pesar de nosotros.

 
Reflexiones
 
       Siempre quedarán preguntas sin respuesta, porque el seguimiento de Jesús nunca ha sido algo sencillo, no por algo los tres evangelistas señalan que: «El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga» (Mt. 16, 24. Mc 8,34. Lc 9,23).

        La participación y seguimiento, de todo cristiano, dentro del ámbito socio-político, dependerá de su circunstancia y contexto particular, un cargar con la realidad no solamente desde lo autónomo sino a partir de lo comunitario, y es ahí donde podemos mencionar algunas invitaciones – pautas- para una intervención que testimonie la presencia y creencia del Reino de Dios en la tierra.

Invitaciones:
 
       1. Re-inventar signos que hagan creíble los valores del Reino de Dios, y que estén en consonancia con las fronteras marcadas por CVX. Recordemos que «La Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras» (Carta Encíclica Centesimus Annus no. 57).
 
       2. Esto implica un «conocimiento de primera mano», acompañando realidades de dolor, de violencia y pobreza, evitando posturas fatalistas o destructivas –esfuerzos y ayudas paliativas-, buscando la colaboración y consenso de la comunidad para posibles soluciones. 

       3. Establecer mediaciones concretas, que no sólo respondan a nuestro principio y fundamento, sino también al sentir de la Iglesia. Si en ello está la militancia o adhesión a una causa partidista; valorarla, discernirla «tanto cuanto», sin caer en discusiones estériles que sólo aturden o paralizan. Recordar que «cada vez que la palabra de Dios indica una realidad humana y esta corresponde a las posibilidades existenciales de la persona, tenemos la expresión de la voluntad de Dios» (Libanio sj, J.L.). 

       4. Alentar procesos formativos y espirituales dentro de nuestras comunidades, buscando una mayor y mejor preparación ante las problemáticas sociales.
 
       5. Orar los caminos andados por tantas y tantos santos a través de la historia, como un punto de referencia que nos anime y oriente a seguir.

 
Bibliografía:
 
1. LIBANIO SJ, J.B. «Discernimiento y mediaciones sociopolíticas». EIDES.
2. CARAVIAS SJ, J.L. «Compromiso sociopolítico y espiritualidad ignaciana en América Latina».
3. CVX España. EFS. Centro Pignatelli (Jesuitas Zaragoza), «El compromiso laical en la Doctrina Social de la Iglesia. Pautas generales y ámbito del compromiso».
4. VITORIA C., F.J. (2013) «El Dios liberador de los oprimidos y protector de los pobres» en: «Una teología arrodillada e indignada. Al servicio de la fe y la justicia», Editorial Sal Terrae, pp. 47 - 85
5. MARTINEZ, D., CVX México, «El necesario compromiso político desde la CVX. Fe, Justicia y Compromiso Político en laicos y laicas ignacianas».

Nota:
Las citas bíblicas son de: «La Biblia de nuestro pueblo. Biblia del Peregrino. América Latina.» texto: Luis Alonso Schökel, Ediciones Mensajero.
 
Ensayo revisado por: Rolando E. Díaz C.

[1] Durante las elecciones municipales del año 2015 en Hermosillo (México), el entonces candidato priista Manuel Ignacio Acosta, hoy alcalde; utilizó la frase «que Dios bendiga a Hermosillo» al concluir sus discursos. Actualmente dicha «bendición» parece sólo alcanzar a su círculo más cercano.
[2] Ser custodios del corazón, decía el Papa Francisco.
[3] Implica consecuencias de segregación, rechazo, injuria, humillación e incluso la pérdida de la vida. 

Evangelio del 28 de Agosto del 2016

22 Tiempo ordinario – C (Lucas 14,1.7-14)

SIN ESPERAR NADA A CAMBIO

Jesús está comiendo invitado por uno de los principales fariseos de la región. Lucas nos indica que los fariseos no dejan de espiarlo. Jesús, sin embargo, se siente libre para criticar a los invitados que buscan los primeros puestos e, incluso, para sugerir al que lo ha convidado a quiénes ha de invitar en adelante.

Es esta interpelación al anfitrión la que nos deja desconcertados. Con palabras claras y sencillas, Jesús le indica cómo ha de actuar: «No invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos». Pero, ¿hay algo más legítimo y natural que estrechar lazos con las personas que nos quieren bien? ¿No ha hecho Jesús lo mismo con Lázaro, Marta y María, sus amigos de Betania?

Al mismo tiempo, Jesús le señala en quiénes ha de pensar: «Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos». Los pobres no tienen medios para corresponder a la invitación. De los lisiados, cojos y ciegos, nada se puede esperar. Por eso, no los invita nadie. ¿No es esto algo normal e inevitable?

Jesús no rechaza el amor familiar ni las relaciones amistosas. Lo que no acepta es que ellas sean siempre las relaciones prioritarias, privilegiadas y exclusivas. A los que entran en la dinámica del reino de Dios buscando un mundo más humano y fraterno, Jesús les recuerda que la acogida a los pobres y desamparados ha de ser anterior a las relaciones interesadas y los convencionalismos sociales.

¿Es posible vivir de manera desinteresada? ¿Se puede amar sin esperar nada a cambio? Estamos tan lejos del Espíritu de Jesús que, a veces, hasta la amistad y el amor familiar están mediatizados por el interés. No hemos de engañarnos. El camino de la gratuidad es casi siempre duro y difícil. Es necesario aprender cosas como estas: dar sin esperar mucho, perdonar sin apenas exigir, ser más pacientes con las personas poco agradables, ayudar pensando solo en el bien del otro.

Siempre es posible recortar un poco nuestros intereses, renunciar de vez en cuando a pequeñas ventajas, poner alegría en la vida del que vive necesitado, regalar algo de nuestro tiempo sin reservarlo siempre para nosotros, colaborar en pequeños servicios gratuitos.

Jesús se atreve a decir al fariseo que lo ha invitado: «Dichoso tú si no pueden pagarte». Esta bienaventuranza ha quedado tan olvidada que muchos cristianos no han oído hablar nunca de ella. Sin embargo, contiene un mensaje muy querido para Jesús:

«Dichosos los que viven para los demás sin recibir recompensa.
El Padre del cielo los recompensará».


José Antonio Pagola
Reflexión tomada de: Buenas Noticias en los Grupos de Jesús (http://www.gruposdejesus.com/buenanoticia)

Evangelio del 21 de Agosto del 2016

21 Tiempo ordinario – C (Lucas 13,22-30)

NO TODO VALE

Jesús va caminando hacia Jerusalén. Su marcha no es la de un peregrino que sube al templo para cumplir sus deberes religiosos. Según Lucas, Jesús recorre ciudades y aldeas «enseñando». Hay algo que necesita comunicar a aquellas gentes: Dios es un Padre bueno que ofrece a todos su salvación. Todos son invitados a acoger su perdón.

Su mensaje sorprende a todos. Los pecadores se llenan de alegría al oírle hablar de la bondad insondable de Dios: también ellos pueden esperar la salvación. En los sectores fariseos, sin embargo, critican su mensaje y también su acogida a recaudadores, prostitutas y pecadores: ¿no está Jesús abriendo el camino hacia una relajación religiosa y moral inaceptable?

Según Lucas, un desconocido interrumpe su marcha y le pregunta por el número de los que se salvarán: ¿serán pocos?, ¿serán muchos?, ¿se salvarán todos?, ¿solo los justos? Jesús no responde directamente a su pregunta. Lo importante no es saber cuántos se salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud lúcida y responsable para acoger la salvación de ese Dios Bueno. Jesús se lo recuerda a todos: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha».

De esta manera, corta de raíz la reacción de quienes entienden su mensaje como una invitación al laxismo. Sería burlarse del Padre. La salvación no es algo que se recibe de manera irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el privilegio de algunos elegidos. No basta ser hijos de Abrahán. No es suficiente haber conocido al Mesías.

Para acoger la salvación de Dios es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre, confiar en su perdón. Jesús no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso»; «No juzguéis y no seréis juzgados»; «Perdonad setenta veces siete» como vuestro Padre; «Buscad el reino de Dios y su justicia».

Para entender correctamente la invitación a «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9). Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.

En este seguimiento a Jesús, no todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor de Padre con fidelidad. Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero no de angustia. Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar, solo nosotros si nos cerramos a su perdón.

José Antonio Pagola
Reflexión tomada de: Buenas Noticias en los Grupos de Jesús (http://www.gruposdejesus.com/buenanoticia)

El deporte, por la cultura del encuentro - Video del Papa Agosto 2016


Para que el deporte fomente el encuentro fraternal entre los pueblos y contribuya a la paz en el mundo

Enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=lWcqmL-iMOQ

Tomado del sitio El Video del Papa, una iniciativa de la Red Mundial de Oración para la difusión de las intenciones mensuales del Papa Francisco para los desafíos de la humanidad.

Cursos virtuales - Cristianismo y Justicia

El centro de estudios Cristianismo y Justicia ofrece un espacio virtual para la formación en dos ediciones, la primera es en Octubre 2016, y la segunda en Febrero 2017.
 Los cursos son:
  1. Cambio de época, cambio de rumbo. Profesor Jesús Sanz.
  2. Claves para entender el Islam. Profesores: Jaume Flaquer y Jordi López Camps.
  3. Los pobres en la teología y espiritualidad ignaciana. Profesor: José I. González Faus.
El costo es de € 45 (Aprox. $945 pesos mx.).
Para mayor información, da clic sobre cada curso o bien visita el siguiente enlace:

Amigas de Dios, profetas del pueblo - CJ




       En la historia, Dios sigue actuando y revelándose de muchas maneras, pero  especialmente a través de amigos y amigas suyos como las mártires. Estas mujeres se erigen, aunque les cueste la vida, como testimonios incontestables de la reivindicación y la denuncia de los sistemas políticos que dan la espalda a los derechos humanos más básicos. Valga este cuaderno para su reconocimiento y para comprender por qué personas tan aparentemente frágiles llegaron a convertirse en una amenaza para los poderosos de este mundo.

Cristianismo y Justicia
Cuaderno no. 199        
Junio de 2016  

1era Conferencia Binacional - Experiencias de Intervención en el Ámbito Nacional e Internacional con Migrantes

Invitación para este 14 y 15 de Noviembre del 2016, sobre esta conferencia binacional, en el Centro de las Artes de la Universidad de Sonora, en Hermosillo, Sonora.
 
 


Evangelio del 14 de Agosto del 2016

20 Tiempo ordinario – C (Lucas 12,49-53)

PRENDER FUEGO

Son bastantes los cristianos que, profundamente arraigados en una situación de bienestar, tienden a considerar el cristianismo como una religión que, invariablemente, debe preocuparse de mantener la ley y el orden establecido.

Por eso, resulta tan extraño escuchar en boca de Jesús dichos que invitan, no al inmovilismo y conservadurismo, sino a la transformación profunda y radical de la sociedad: «He venido a prender fuego en el mundo y ojalá estuviera ya ardiendo… ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división».

No nos resulta fácil ver a Jesús como alguien que trae un fuego destinado a destruir tanta mentira, violencia e injusticia. Un Espíritu capaz de transformar el mundo, de manera radical, aun a costa de enfrentar y dividir a las personas.

El creyente en Jesús no es una persona fatalista que se resigna ante la situación, buscando, por encima de todo, tranquilidad y falsa paz. No es un inmovilista que justifica el actual orden de cosas, sin trabajar con ánimo creador y solidario por un mundo mejor. Tampoco es un rebelde que, movido por el resentimiento, echa abajo todo para asumir él mismo el lugar de aquellos a los que ha derribado.

El que ha entendido a Jesús actúa movido por la pasión y aspiración de colaborar en un cambio total. El verdadero cristiano lleva la «revolución» en su corazón. Una revolución que no es «golpe de estado», cambio cualquiera de gobierno, insurrección o relevo político, sino búsqueda de una sociedad más justa.

El orden que, con frecuencia, defendemos, es todavía un desorden. Porque no hemos logrado dar de comer a todos los hambrientos, ni garantizar sus derechos a toda persona, ni siquiera eliminar las guerras o destruir las armas nucleares.

Necesitamos una revolución más profunda que las revoluciones económicas. Una revolución que transforme las conciencias de los hombres y de los pueblos. H. Marcuse escribía que necesitamos un mundo «en el que la competencia, la lucha de los individuos unos contra otros, el engaño, la crueldad y la masacre ya no tengan razón de ser».

Quien sigue a Jesús, vive buscando ardientemente que el fuego encendido por él arda cada vez más en este mundo. Pero, antes que nada, se exige a sí mismo una transformación radical: «solo se pide a los cristianos que sean auténticos. Esta es verdaderamente la revolución» (E. Mounier).

José Antonio Pagola
Reflexión tomada de: Buenas Noticias en los Grupos de Jesús (http://www.gruposdejesus.com/buenanoticia)

Evangelio del 7 de Agosto del 2016

19 Tiempo ordinario – C (Lucas 12,32-48)

LOS NECESITAMOS MÁS QUE NUNCA

Las primeras generaciones cristianas se vieron muy pronto obligadas a plantearse una cuestión decisiva. La venida de Cristo resucitado se retrasaba más de lo que habían pensado en un comienzo. La espera se les hacía larga. ¿Cómo mantener viva la esperanza? ¿Cómo no caer en la frustración, el cansancio o el desaliento?

En los evangelios encontramos diversas exhortaciones, parábolas y llamadas que solo tienen un objetivo: mantener viva la responsabilidad de las comunidades cristianas. Una de las llamadas más conocidas dice así: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas». ¿Qué sentido pueden tener estas palabras para nosotros, después de veinte siglos de cristianismo?

Las dos imágenes son muy expresivas. Indican la actitud que han de tener los criados que están esperando de noche a que regrese su señor, para abrirle el portón de la casa en cuanto llame. Han de estar con «la cintura ceñida», es decir, con la túnica arremangada para poder moverse y actuar con agilidad. Han de estar con «las lámparas encendidas» para tener la casa iluminada y mantenerse despiertos.

Estas palabras de Jesús son también hoy una llamada a vivir con lucidez y responsabilidad, sin caer en la pasividad o el letargo. En la historia de la Iglesia hay momentos en que se hace de noche. Sin embargo, no es la hora de apagar las luces y echarnos a dormir. Es la hora de reaccionar, despertar nuestra fe y seguir caminando hacia el futuro, incluso en una Iglesia vieja y cansada.

Uno de los obstáculos más importantes para impulsar la transformación que necesita hoy la Iglesia es la pasividad generalizada de los cristianos. Desgraciadamente, durante muchos siglos los hemos educado, sobre todo, para la sumisión y la pasividad. Todavía hoy, a veces parece que no los necesitamos para pensar, proyectar y promover caminos nuevos de fidelidad hacia Jesucristo.

Por eso, hemos de valorar, cuidar y agradecer tanto el despertar de una nueva conciencia en muchos laicos y laicas que viven hoy su adhesión a Cristo y su pertenencia a la Iglesia de un modo lúcido y responsable. Es, sin duda, uno de los frutos más valiosos del Vaticano II, primer concilio que se ha ocupado directa y explícitamente de ellos.

Estos creyentes pueden ser hoy el fermento de unas parroquias y comunidades renovadas en torno al seguimiento fiel a Jesús. Son el mayor potencial del cristianismo. Los necesitamos más que nunca para construir una Iglesia abierta a los problemas del mundo actual, y cercana a los hombres y mujeres de hoy.
José Antonio Pagola
Reflexión tomada de: Buenas Noticias en los Grupos de Jesús (http://www.gruposdejesus.com/buenanoticia)